Una abreviatura de la
vida centrada en Cristo
Las Cuatro Realidades ofrecen una forma de resumir la narrativa de la Biblia. Se llaman “realidades” porque cada una de ellas es verdadera, lo creamos o no. El hecho de que sean verdaderas moldea nuestra comprensión de la vida, el pecado, Cristo, el futuro y nuestra propia identidad.
Las Cuatro Búsquedas representan disciplinas clave en la vida centrada en Cristo. Definen nuestra fe, la acción y la dirección de creer en Jesús
Las Cuatro Realidades
CREACIÓN
Somos el diseño de Otro. Fuimos colocados en un mundo maravilloso que gira dentro de un vasto cosmos, todo creado y sostenido por Aquel que lo habló a existencia desde la nada. Y Él se complació profundamente en lo que hizo.
Todo esto es obra de Dios, y nosotros somos la corona de Su expresión creativa. Nos formó a Su imagen y nos dio el regalo de la vida que disfrutamos. Él nos tejió con cuidado. Determinó cuándo y dónde naceríamos. Cada día de nuestra vida transcurre bajo Su cuidado providencial: desde el aire que respiramos y el alimento que comemos, hasta las relaciones que disfrutamos.
Esto tiene implicaciones profundas para nuestra existencia. Significa, entre otras cosas, que pertenecemos al que nos creó. Vivir implica administrar lo que le pertenece a Otro y rendir cuentas ante Él. Significa que estoy aquí con un propósito. No soy un accidente ni el resultado del azar. Dios quiere que yo esté aquí. Estoy hecho con temor y maravilla, diseñado por Él para Su causa. Mi identidad está ligada a mi Creador y a Sus propósitos en el mundo que Él formó.
Porque fui creado por Dios y para Dios, nunca encontraré satisfacción duradera ni verdadera paz hasta que experimente una relación con Él. Cualquier otra cosa me deja vacío por dentro.
EVANGELIO
Aunque celebramos las maravillas de nuestro mundo, también reconocemos que algo está profundamente mal. Las cosas no son como deberían ser. Desde la injusticia y la opresión, hasta el conflicto interpersonal y el terrorismo, a pesar de nuestra capacidad para actos extraordinarios de bondad y heroísmo, los seres humanos manifestamos una maldad persistente y aterradora.
La Biblia señala el origen de nuestros problemas en el acto inicial de rebelión del primer hombre y la primera mujer. En lugar de confiar en la bondad del Creador y seguir Sus instrucciones, decidieron actuar según su propia razón limitada y egoísta. Su desobediencia introdujo el pecado en el paraíso. Como tinta oscura vertida en agua cristalina, la contaminación se esparció hasta infectar toda la creación.
Las consecuencias para el hombre y la mujer incluyeron la corrupción de sus propios corazones. Por primera vez, fueron invadidos por la culpa y la vergüenza, y el pecado distorsionó sus deseos. Su inclinación natural se volvió resistencia a Dios, en lugar de una entrega gozosa a Su autoridad.
Aunque fui creado para Dios y soy la corona de Su obra creativa, como parte de la raza humana, el pecado ha corrompido también mi corazón. Lo descubro, muchas veces, a través del dolor relacional y las dificultades que yo mismo genero. Soy incapaz de vivir conforme incluso a mis propios estándares de lo que es correcto. Sé que fui hecho para mucho más que esto, pero también reconozco cada vez más que no puedo llegar allí por mis propios medios.
Mi problema, entonces, tiene al menos dos dimensiones: soy culpable ante un Dios santo y justo… y soy incapaz de vivir como sé que debería. Sin esperanza y sin fuerza. Esta es la realidad, pero no tiene por qué ser la última realidad.
CAÍDA
¡Dios, nuestro Creador, se ha convertido en Dios, nuestro Salvador!
La Buena Noticia es que Dios no solo es santo y justo, sino también misericordioso y lleno de amor. Su amor lo impulsó a actuar en nuestro favor. A través de Jesucristo, Dios sostuvo Su santidad y justicia, y al mismo tiempo abrió el camino para que Su misericordia y amor nos alcanzaran. Cuando Jesús murió en la cruz, nuestros pecados fueron castigados en Su sacrificio (justicia), y así se abrió la vía para que fuéramos aceptados por un Dios santo (misericordia).
Jesús vivió una vida perfecta. Murió en la cruz por mis pecados como mi sustituto. Fue sepultado. Tres días después, resucitó, demostrando que Dios había aceptado Su sacrificio. Luego ascendió al cielo y asumió la posición de autoridad suprema sobre toda la creación. Muy pronto, Él regresará para establecer plenamente Su Reino eterno.
Quienes creen este mensaje reconocen su pecado y se apartan de él. Confían en Jesucristo para ser salvos de la condenación que merecen. Jesús los rescata y ahora los guía. Aunque este regalo de perdón y aceptación le costó a Jesús Su vida, se ofrece gratuitamente a todo aquel que confíe en Él por fe. Todo el que clama a Jesús, es salvo.
Un día, todo será restaurado bajo el reinado de Jesucristo como Rey. Quienes confían en Jesús viven con la certeza de que la justicia viene en forma de Reino. Este irrumpirá en la historia de manera inesperada y cataclísmica cuando Jesús regrese.
Cuando eso ocurra, la oración que Jesús enseñó a Sus seguidores se cumplirá plena y finalmente: “Venga tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.” La era venidera será verdaderamente el cielo en la tierra: no habrá más lágrimas, ni dolor, ni pecado, ni muerte. Nada volverá a perturbar a la familia de Dios.
Él será su Dios. Ellos serán Su pueblo para siempre.
Porque Jesús vive, esta esperanza vive en todos los que lo siguen. Está basada en los eventos del Evangelio, y su cumplimiento solo se ha retrasado para que otros puedan confiar en Jesús antes de que sea demasiado tarde. Esto añade urgencia al mensaje del Evangelio, pero también una paz profunda y sostenedora mientras esperamos el regreso de Jesús.